Desde el inicio comenzamos negociaciones cuando con
diversos laboratorios en pos de la adquisición de vacunas, para proteger a las
argentinas y argentinos del COVID-19. La pandemia nos demostró, una vez más,
que para lidiar con los grandes desafíos globales debemos cooperar entre actores
públicos y privados, y que la vacuna debe ser considerada un bien público
global. Esta cooperación pública privada posibilitó que la industria argentina
intervenga, en un esquema de integración productiva junto a México, en la
producción de la vacuna Oxford-AstraZeneca para toda Latinoamérica. Esto nos
permitirá impulsar una campaña de vacunación que preserva primero a los
sectores más expuestos al riesgo de la pandemia. Las medidas adoptadas han sido
fundamentales para iniciar una recuperación, que está siendo más veloz de lo
que pensábamos hace apenas unos meses. La opción no es la vida o la economía,
sino la vida con más y mejor economía. Nuestro sector industrial viene teniendo
una recuperación notable. En noviembre pasado, la economía había alcanzado el
87 por ciento de la producción perdida por la pandemia. En la industria ya
registramos 4.500 puestos de trabajo que antes de la pandemia no existían.
Llevamos cinco meses seguidos de recuperación del empleo industrial.
El diálogo con el Fondo Monetario Internacional está en marcha y ha sido hasta aquí muy constructivo, hemos recibido innumerables muestras de apoyo tanto de la comunidad internacional como de los miembros del G-20. La renegociación de las condiciones del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional incorporará nuevas perspectivas macroeconómicas y un entendimiento común de las necesidades específicas de la economía local. No hay más lugar para ajustes irresponsables, imposibles de cumplir, que perjudican la credibilidad tanto de nosotros como dirigentes, como de quienes otorgan asistencias irreales.
El programa que se acuerde con el Fondo será enviado al Congreso nacional para involucrar a toda la dirigencia política argentina en un camino de desarrollo, que tenga la sustentabilidad de la deuda, la inclusión social y la transparencia como políticas de Estado. Un hecho histórico para el país, sin dudas. No es el tiempo del conformismo sino de la transición, de la transformación. Nosotros observamos los desafíos que se suscitan de la crisis actual como un punto de inflexión, para avanzar en el gran reinicio que tanto pregona Klaus Schwab. En este escenario es necesario vincular el multilateralismo con un concepto de multisolidaridad, que involucre a estados, empresas y también a trabajadores. La articulación y los consensos público privados exigen la apertura a un espacio de diálogo y trabajo plural en Argentina, que tendrá como misión generar las condiciones para la construcción de una visión común de país. Por eso, mi Gobierno ha decidido que se inicie prontamente un consejo económico y social para el desarrollo, que convocará, en sentido amplio y permanente, a todos los actores del país a consolidar rumbos previsibles de mediano y largo plazo. Nuestro compromiso con la inversión, la producción y el trabajo es absoluto.
Sabemos y comprendemos que para poder invertir hace falta
financiamiento y previsibilidad. Estamos comprometidos en avanzar en el camino
hacia una recuperación sostenible y alineada con objetivos climáticos acordados
en el acuerdo de París. Estamos seguros, el desarrollo del futuro será verde o
no va a ser. Queremos desarrollar una Argentina sustentable en un mundo menos
contaminado, estamos trabajando para conseguir el financiamiento necesario que
nos permita acelerar la transición hacia una matriz energética sostenible,
inclusiva, dinámica, estable, federal y soberana. Vemos en esta crisis un
momento único para repensar las modalidades de desarrollo y los esquemas de
cooperación internacional.
Creemos que hay condiciones para que Argentina asuma un
rol de liderazgo en materia de electromovilidad, con un marco legal robusto que
estamos diseñando. Tenemos que favorecer mediante iniciativas de política
industrial el desarrollo de núcleos productivos en torno a industrias limpias,
para salir fortalecidos de este desafío que se le presenta al país y a la
humanidad. Para nosotros, la economía del conocimiento ya es una realidad, y es
prioritario para la Argentina integrarse a las cadenas globales de valor a
través de la tecnología 4.0. Tenemos una ley aprobada con amplio consenso, como
eficaz política de Estado. En síntesis, tenemos esperanza frente al tiempo que
se avecina. Mantenemos firmes un idealismo realista y un pragmatismo que no
olvida los valores a la hora de tomar decisiones. Ha llegado el momento de unir
fuerzas para abordar los problemas endémicos que desde hace años arrastra
nuestro mundo: deuda soberana insostenible, pobreza extrema, acceso al agua, igualdad
de género, desastres naturales, cambio climático y también corrupción. Al mismo
tiempo, debemos impulsar una agenda de temas de vanguardia, propios del siglo
XXI, el futuro de la educación y el trabajo, la telemedicina, las cadenas
productivas 4.0, la inclusión digital, el definitivo empoderamiento de las
mujeres y por supuesto la infraestructura verde. No estoy hablando de temas
tecnocráticos, ni de hojas de cálculo propias de un Excel, estoy hablando de
temas existenciales, que requieren una ciencia política y una ciencia económica
que caminen juntas, iluminadas por la pasión de hacer de este mundo una tierra
mejor.
Podemos elegir ser meros observadores de un mundo de
lento crecimiento y creciente desigualdad, despreocupado del medio ambiente, y
dedicarnos, como hasta ahora, a los negocios, o podemos optar por actuar con
valentía y decidir ser protagonistas en la tarea de sentar las nuevas bases
para un enfoque innovador, hacia un desarrollo sustentable e inclusivo. De esta
pandemia debe nacer un mundo mejor, es nuestra responsabilidad hacer que esto
suceda. Desde Argentina, los invito a ser socios en esta tarea.