Un familiar de detenido desaparecido y una víctima brindaron hoy su
testimonio.
Datos muy importantes aportó
Gustavo Lara Torres respecto a artistas reconocidos que colaboraban con el
Ejército y que pertenecían a su círculo de amigos.
La Presidenta del Tribunal Oral
Federal Dra. Fátima Ruiz Díaz remarcó la
necesidad de posibilitar a la ciudadanía su participación en las audiencias de
este juicio, por ello es que aclaró que
el acceso es libre sólo hace falta presentarse con el DNI. No convalida el uso
de listas de acreditación que sin embargo
solicita personal de la Policía de la Provincia.
Se informó también que la semana
próxima las audiencias se realizarán el
día jueves con jornada normal y el viernes por teleconferencia con un testigo desde Santiago del Estero.
GUSTAVO A. LARA TORRES: “No
sabía que formaban un grupo civil de ayuda al ejército”
Durante su relato, el hermano
del desaparecido Jaime Lara Torres, resaltó el espíritu
artístico propio de toda su familia. Oriundos de Bolivia se instalaron en
nuestra provincia dedicándose de lleno a sus talleres de pintura y escultura y
también a la enseñanza del arte por lo que fueron reconocidos y valorados en distintos ámbitos del país.
Por eso conoció a Carlos Pedro Blaquier quien lo contrató para impartir clases
de pintura a sus familiares y por ello recurrió a uno de sus empleados cuando apresaron a su hermano. En ese
encuentro el sr. Carrizo(empleado e Ledesma) le manifestó que el nombre de
guerra de Jaime era Santiaguito y que estaba muy comprometido. Ese fue el
descubrimiento de sus actividades políticas;
hasta entonces la familia sólo veía en él un gran artista, sensible y
solidario.
“Se llevaron a los changos”
Así cuenta que le manifestó su
hermano Roberto cuando fue a avisarle que ese 28 de mayo de 1976, habían
detenido a Jaime y a Ramiro(el menor de ellos recién llegado de Tucumán donde estudiaba arquitectura).
Inmediatamente fue a la Policía se entrevistó con Ernesto Jaig quien le dijo
que a Ramiro le daban la libertad y que Jaime estaba a cargo del Poder
Ejecutivo Nacional. Quienes lo vieron fueron su esposa Lidia y su hija Rosmery
que además pudieron ver a Dominga Alvarez de Scurta, “una docente amiga de
Jaime muy solidaria y querida en el pueblo donde trabajaba, muy caída como
castigada” también vieron a Claudia Lassaletta.
Jaime fue trasladado a la cárcel
de Gorriti en junio “hacía mucho frío eran las 3 o 4 de la madrugada cuando
fuimos a verlo y parecía un cuadro de Goya, dantesco, muchísima gente
preguntando por sus familiares”. Los
atendieron en la guardia de entrada y le entregaron una esquela donde su
hermano les pedía “un libro de historia del arte, acuarelas, pinceles y un
abrigo”. Esa fue la última comunicación que tuvieron, nunca más supieron de él.
Recurrieron a cuanta persona influyente podía mediar por Jaime, aún con quién
le parecía desagradable como el muralista Luis Acosta Serra que le prometió
colaboración y sin embargo se enteró por un gran amigo y colega Remo Bianchedi que a sus
espaldas se reía y decía “van a caer todos los Lara”.
Así llegaron a su casa con el
pretexto de obsequiarle un disco, el
poeta y músico Hugo Chagra “autor de Sapo Cancionero” y dentista del Ejército y
el escritor Marcos Paz para revisar su biblioteca. “No sabía que formaban parte
de un grupo civil de ayuda al Ejército” concluye.
DORA MARIA REBECCHI de WEISZ: “Si
el censor de las cartas conservó las de marido quiero recuperarlas”.
Víctima
del terrorismo de estado,
la detienen junto a su esposo Jorge Weisz(desaparecido) el 16 de
octubre de 1976. La llevan al Buen Pastor primero, luego al Penal de
Gorriti , mas tarde a la
cárcel de Devoto y de allí opta por el exilio. Por tener con ella una
hijita,
su situación era diferente: podía tener abierta la puerta de la celda,
salir al
patio a pasear a su Beba, estar más tiempo fuera de la celda para lavar
los
pañales. Así el contacto con las otras
detenidas también fue más seguido y pudo ver a Dominga Scurta, Juana
Torres y Alicia
Ranzoni, observar sus golpes y saber que cuando las sacaban les hacían
una
ronda y las pateaban en el suelo una por una. Respecto a la atención
médica
dijo “nadie te cuidaba de las torturas”
por lo tanto nunca tuvieron asistencia en la salud ninguna de las tres.
“Es tiempo de prudencia no de
justicia” contó que le dijo Monseñor
Medina y le encomendó que transmitiera
ese mensaje a sus compañeras. También pidió a uno de los hermanos Ortíz
al que denominó “el censor de las cartas” que si conservó las cartas que su
marido le escribía, que se las devuelva lo mismo que una piedra redonda pintada
con flores alrededor y una leyenda en el centro que dice: “Esta piedra te dirá
algún día el amor que tuvimos a la vida” que se la regaló Olga Demitrópulos
(también detenida).
El relato de Dora contiene la
experiencia del sufrimiento. Por ejemplo recuerda la regla no escrita de las
detenidas sociales (comunes) “nadie le pregunta al otro por qué está, sólo la
consuela y ayuda y así también, mientras
menos información manejas estás más cerca de salvar tu vida”. O manifestar que
“vivíamos en un inmenso estado de shock, nos costó recuperar el llanto;
tratábamos de mantener la risa y el
canto”. Uno de los defensores le preguntó si fueron maltratadas en el penal,
“es una tortura estar preso, maltrato no son sólo los golpes” fue su respuesta.
Reconoció que sufre como secuela
de esa etapa de su vida el olvido de fechas y nombres, no sólo en el contexto
de la cárcel sino en general. Cada víctima encuentra su manera de autodefensa
ante esos momentos de extremo dolor, tal vez la suya es la de borrar los
nombres de quienes fueron sus torturadores.