Si bien el proceso de cesación puede llevar mucho tiempo, incluso años, son numerosos los beneficios en la salud, algunos de ellos con repercusión casi inmediata en el organismo. Este 31 de mayo, en el Día Mundial Sin Tabaco, la cartera sanitaria recuerda el valor de cuidarnos y el lema de este 2020 que apunta especialmente a desalentar el consumo de cigarrillo entre los jóvenes.
Según explicó la Coordinadora de la Unidad de Cesación Tabáquica
del Hospital “San Roque”, Ana Otero, el impacto positivo de dejar de fumar “es incalculable” y por ello, “el paciente fumador no se da cuenta al principio. Cuando una persona deja de fumar, a las horas inclusive, empieza a recuperar el gusto y el olfato. El tabaco hace que las papilas gustativas y olfativas estén embotadas. Por eso, quienes fuman no pueden percibir perfumes o sabores”.
Además, “a los pocos días, empieza a disminuir su presión arterial, su frecuencia cardíaca y pasados algunos meses, se puede recuperar hasta un 30% de la capacidad funcional respiratoria. Después de unos años, las personas que han dejado de fumar, se igualan a las personas no fumadoras en el riesgo de padecer infarto de miocardio o Accidente Cerebro Vascular (ACV)”.
En el mismo sentido, Otero remarcó que “alrededor de los 10 o 15 años sin tabaco, los pacientes se empiezan a igualar en el riesgo de padecer cáncer de vejiga, de esófago, todas las enfermedades neoplásicas que están asociadas con el tabaquismo. Recuperan la visión, la capacidad de hacer ejercicio, de dormir. También la capacidad de tener hijos porque el fumar altera esta posibilidad provocando partos prematuros o abortos espontáneos”.
Respecto a las etapas que se atraviesan en un proceso de cesación tabáquica, la especialista indicó que “se comienza con la etapa de precontemplación, cuando se entiende que se podría dejar de fumar, pero no existe ningún interés en hacerlo porque gusta, porque la persona se siente bien, porque no presenta dificultades en la salud y puede encontrarse años en esa situación. Luego, continúa la contemplación, cuando el paciente realmente siente que tiene un problema, que debería dejar de fumar pero no puede hacerlo y es un momento en el que puede persistir también por años hasta tomar la decisión”.
“Pasados estos periodos, llega el de acción, es decir el intento serio por dejar de fumar, cuando la persona se decide finalmente. Aquí, en nuestro caso por ejemplo, llega a la Unidad y comienza con una etapa que dura aproximadamente 6 meses; después, deberá avanzar al mantenimiento, un espacio muy difícil donde puede llegar una abstinencia tardía y que se extiende por un año. Finalmente, algunos pacientes podrán efectivamente ser exfumadores, sin recuerdos ni deseos de tabaco o permanecer en mantenimiento”, concluyó Otero.